Primero, la
noche.
Primero, lo
peor.
Todo lo que nos
hace mal.
Todo lo que nos
mata.
Nuestros
miedos, los fantasmas de nuestros sendos pasados.
Están
todos aquí y los miramos a la cara: tu primer amor, mi primer amor, el vértigo
del vacío; el tío “guaperas” que destruyó mi corazón y mi cuerpo, y al que sin
embargo habría seguido hasta el infierno; tu primer amor, ese ángel que tanto
te había conmovido por su altruismo.
Es importante
saber mirarlos a la cara con toda su seducción, importante saber también que no
nos abandonarán fácilmente, que llegará un día en que el guaperas me volverá a
llamar para decirme que todavía me tiene en la cabeza y que esta vez está
disponible, que me ha escrito una canción para decirme <<te
quiero>> y que, si la última vez que me vio me trató como a una basura,
no fue él realmente y fue porque me quería…
Entonces, puede
ser que, durante unos segundos, lo crea…
Llegará también
un día en que volverás a cruzarte con aquella preciosa mujer y te acordarás de
que hubo a veces mañanas perfectas y de que, durante unos segundos, tendrás de
nuevo ganas de protegerla, a ella, que tanto te quería porque te creía
<<diferente de los demás>>…
Importante
también saber que la seducción tomará otras formas: que habrá otros hombres a
los que buscará mi mirada y que habrá otras mujeres cuya fragilidad te
conmoverá otra vez.
Aquí
están todas, ante nosotros: las amenazas pasadas y las por venir, pero los
fantasmas, los soles engañosos y las seducciones fáciles acaban por esfumarse.
Resisten sin embargo, se agregan unos a otros para formar una nube espesa. La
tierra tiembla, un rayo fulminante sacude las puertas y las ventanas, dejando
al viento adentrarse en la habitación. Su soplo potente no hace sino acariciarnos,
pero expulsa violentamente la niebla amenazante.
Luego el viento
se calma, nos encontramos ambos, solos, en mi habitación. Los rayos de sol
centellean en el parquet. Tengo tu mano, tienes la mía. Me sonríes y te sonrío.
El miedo nos ha traspasado sin alcanzarnos.
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