martes, 13 de noviembre de 2012

Alcohol puro y duro.

Una botella de ginebra dispuesta a ser vaciada en el único lugar donde su efecto es comparable al que causaba él: en el corazón. Una copa en la mano con una mezcla de dolor y pasión, de traición y aventura, de caos, de miseria... De amor. El reflejo en el cristal de unos labios sedientos, ansiosos por probar, por volver a sentir esa textura que la volvía loca; y unas marcas de carmín, color deseo.
Y en mayúsculas, en el dorso, 47 grados de ''vamos a tirar pa'lante'', 47 maneras de volver a encontrarse. Todo a nada, pues al fin y al cabo aquí el que no está de más, está de menos.Entonces la invade esa extraña pero placentera sensación de que todo irá bien, cuando en realidad sabe que no hay nada que hacer; sonríe, pero rompe a llorar. Limpia cuerpo y alma de fantasmas oscuros, de noches de desamparo, de días sin él.

Con frecuencia, los recuerdos vienen a visitarnos.
A menudo, ella bebe para reencontrarse con él.
Y de poco vale ya que luches o no, es en ese momento cuando te das cuenta de que estás perdida.

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